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En los trances duros, al igual que en la bonanza, mantén siempre tu ánimo sosegado. (Horacio)
La Francmasonería es una institución iniciática que une a sus miembros con un vínculo de armonía y fraternidad. Pero, además de ser una fraternidad, la Francmasonería toma sobre sí la tarea de enseñar e inculcar a sus miembros los valores de rectitud y responsabilidad personal y mejorar el carácter moral de una persona y, a través de éste, mejorar a la Humanidad. Tal tarea la lleva a cabo a través de la realización de los rituales propios de cada grado, que ejercen su acción pedagógica de una manera dramatizada.
Primero habría que definir lo que es una secta, dado el actual abuso que se está haciendo de este término. Si el término “secta” se usa en el sentido original y neutral de subgrupo disidente dentro de una religión, la Francmasonería ciertamente no es una secta, ya que no forma parte de ninguna religión, ni ella misma es una religión. Si el término “secta” se usa en sentido peyorativo de grupo religioso, con un fuerte liderazgo carismático, que somete y regula todos los aspectos de la vida de sus miembros, calificar a la Francmasonería como “secta” es un ejercicio de cinismo doloso o de ignorancia culpable. La Francmasonería no es un grupo religioso ni una religión. Tampoco tiene un liderazgo de tipo carismático, sino democrático y, desde luego, ni somete ni regula los aspectos de la vida de sus miembros más que a través de principios éticos genéricos como el de la tolerancia, la honradez…, principios que, por lo demás, son compartidos por las sociedades democráticas. En la Francmasonería, además, no está permitido el proselitismo; la decisión de entrar en Masonería debe ser libre y personal.
La Francmasonería especulativa, tal como la conocemos hoy en día, nace en Londres en 1717 de la mano de un grupo de francmasones que desvinculan totalmente la Francmasonería de sus orígenes como cofradía de artesanos canteros (la Francmasonería operativa). Se federan cuatro logias y crean la Gran Logia de Londres. Hasta aquí todo lo que es perfectamente conocido. Los problemas empiezan cuando intentamos vislumbrar si fue un invento surgido de la nada o si fue la evolución de algo anterior. La teoría que goza de un consenso más amplio entre los historiadores de la Francmasonería hace derivar directamente la Francmasonería especulativa de la Francmasonería operativa. Es decir, las antiguas cofradías o guildas de artesanos canteros (que es lo que significa “masón”) irían progresivamente incorporando, por motivos que no acaban de estar claros, a personas que no practicaban o trabajaban el oficio de la cantería. Serían éstos los primeros francmasones especulativos. Con el transcurrir del tiempo, las logias de Londres empezarían a estar mayoritariamente compuestas por francmasones especulativos. Sería en esa etapa cuando se daría el salto hacia la Francmasonería declaradamente especulativa.
Hablando de modo estricto, no lo es. La Francmasonería es un sociedad discreta. Es decir, la labor de la Francmasonería se realiza fundamentalmente entre sus miembros, por lo que su proyección hacia el exterior es poco notable. Su labor exterior básicamente radica en la actuación de sus miembros, que aplican en los ámbitos social y personal los valores aprendidos en las Logias. Además de lo dicho, es cierto que la Francmasonería tiene secretos, como por lo demás los tienen muchos otros tipos de instituciones como los bancos, los partidos políticos o los clubs de fútbol, lo que no los convierte en sociedades secretas. Fundamentalmente, el secreto masónico afecta a los modos de reconocimiento entre francmasones y a sus rituales.
Los valores que enseña y fomenta la Francmasonería son:
Todos estos valores que enseña y promueve la Francmasonería cimientan y dan sustento a la relación entre los francmasones, pero al mismo tiempo les enseñan el valor de vivir su relación con el resto de la humanidad, considerándolo a la luz del principio de la Hermandad de todos los hombres y mujeres.
No, no lo es. Cada masón puede creen en un dios o no creer en ninguno, puede profesar una religion o no.
No, tampoco es anticlerical. De hecho, entre sus miembros ha contado desde siempre con clérigos de diferentes religiones, como el anterior Arzobispo de Canterbury Dr. Fisher de la Iglesia de Inglaterra o el patriarca Athenagoras de la Iglesia Ortodoxa. Cosa diferente es que algunos francmasones hayan sido anticlericales o, más frecuentemente, decididos impulsores del laicismo en sus diferentes países, especialmente en aquellos cuya confesionalidad impedía la tolerancia religiosa y favorecía la discriminación por creencias religiosas. Este último fue el caso habitual en los países latinos de Europa.
Esa supuesta división no es más que una simplificación, más o menos interesada, de la realidad. Existen dos tradiciones europeas de la Francmasonería. La primera de ellas encarnada por la Gran Logia Unida de Inglaterra que es de carácter decididamente deista. Es decir, exige de sus miembros la creencia en un Ser Supremo. Sin embargo, desde el siglo XIX, en el seno de la Francmasonería se desarrolló otra tendencia, en consonancia con los aires de laicismo que soplaban por muchos países europeos.
No, la Francmasonería no es en ningún sentido una religión ni un sustituto de ésta. La Francmasonería no pretender cambiar la religión de aquel que llama a las puertas de sus Logias ni sustituirla por una religión que hipotéticamente ella representaría.
Tampoco. La Francmasonería no tiene nada que ver con el satanismo, a pesar de que algunos parezcan a estas alturas empeñados en creer la farsa organizada a finales del siglo XIX (y posteriormente confesada) por Leo Taxil. Respecto al ocultismo, la Francmasonería nada tiene que ver con ello. Pero también es cierto que durante el s. XVIII, siglo de la Ilustración pero también de las fantasías alquímicas y esotéricas, en la Francmasonería se introdujeron estas ideas por personas atraídas por el halo misterioso del “secreto de la Francmasonería”. Hoy en día, la pervivencia de todo este entramado fantasioso es prácticametente ninguna, si bien aún perdura en ciertos motivos rituales y, especialmente, en una terminología pseudoesotérica utilizada por algunos francmasones desprovista de ningún contenido real. Además, como ya se ha dicho, la Francmasonería no es ninguna religión y el ocultismo y esoterismo son, casi siempre, formas religiosas.
Sí y no. Si se entiende por sociedad iniciática una sociedad en la que para entrar es necesario pasar por cierto ritual, que además hay unos escalones de progreso que sus miembros van pasando, y que tiene una cierta enseñanza, entonces sí es una sociedad iniciática. Si se entiende por sociedad iniciática una sociedad que preserva o tiene una “sabiduría oculta”, que transmite una “Tradición primordial”, o que imparte a través de sus rituales un cierto carisma, o una cierta virtud o un poder, pues decididamente no. La Francmasonería no preserva ningún saber especial o “sabiduría oculta”, ninguna “tradición primordial” (signifique lo signifique este término) ni ningún poder o carisma especial.
Estamos ante otro tópico. La Francmasonería no tiene objetivos políticos, ni actuación política. Ello no quiere decir que sus miembros no puedan tenerla y, de hecho, entre los francmasones ha habido muchos políticos. Sin embargo, a poco que se conozcan, es bastante claro que sus afiliaciones políticas han cubierto un amplio espectro, que va desde posiciones conservadoras hasta posiciones izquierdistas, con lo cual no es posible pensar en una mano rectora que estuviera tras ellas.
En la Francmasonería sus miembros están divididos en grados o, por decirlo de otra manera, diferentes niveles de progreso y de compromiso, de obligaciones y derechos. Cada grado se suele distinguir por un determinado ritual, por unos signos de reconocimiento y por una lección moral específicos de cada uno.
La antigua y pura Francmasonería sólo conoce tres grados: el de aprendiz, el de compañero y el de maestro masón. Con el tiempo, y debido en gran parte al grado de confusión que se introdujo en la expansión por el continente europeo de la Francmasonería durante el S. XVIII, aparecieron nuevos grados o nuevos sistemas de grados que pretendían ser la culminación del camino emprendido por el francmasón tras su entrada en la Logia como aprendiz. Muchos de estos sistemas aún subsisten en la actualidad. De ahí que se pueda leer u oir cosas tales como “grado 33″ o “grado 18″, que pertenecen a sistemas de aparición tardía en la Francmasonería y que nunca han tenido un reconocimiento universal.
Una Logia no es más que una asamblea estable que, de común acuerdo, establecen los francmasones para su trabajo masónico. La Logia es el alma y la escuela de la Francmasonería. Allí es dónde se trabajan los rituales, dónde se va progresando en la andadura masónica y donde se forjan los lazos de fraternidad entre hermanos. Una Logia tiene para su funcionamiento un reglamento y varios cargos, cuyos ocupantes son los encargados y responsables de hacer funcionar la Logia en los diferentes aspectos vinculados a esos cargos. Así, una Logia tendrá un presidente, unos vicepresidentes, un tesorero, etc.
La fraternidad, tal como es entendida por los francmasones, es el vínculo de paz y armonía que se establecen entre todos ellos. Además, la fraternidad implica la obligación de ayuda mutua en caso de necesidad, con el claro límite del respeto a las leyes legítimas y a la ética.
No, no es cierto. La obligación de un masón de apoyar a otro se limita al caso en que este último sea perseguido por su pertenencia a la Francmasonería y solo en la medida de subsanar las consecuencias de dicha persecución. También es cierto que el sentido de fraternidad y solidaridad impulsa a los francmasones a acudir en auxilio de los hermanos que se encuentren en dificultades.
La respuesta es sí. Lo que no quiere decir que haya consenso en ese tema. En la actualidad, muchas Grandes Logias siguen sin admitir la presencia de mujeres. El motivo habitual es el apego a uno de los documentos fundadores de la Francmasonería especulativa, las “Constituciones de Anderson”, en las cuales solo se hace referencia a los hombres como capaces de ingresar en Masonería. Una interpretación estricta del término “hombre“ es la que hace que, en algunas Grandes Logias, no se permita la entrada de mujeres. Sin embargo, con la incorporación posterior de la mujer a todo el amplio abanico de actividades sociales, su admisión en la Francmasonería no es actualmente más que un anacronismo.
Una Gran Logia o Gran Oriente no es más que una federación de Logias que, a su cabeza, tienen los mismos cargos que una Logia y que, al igual que ésta, estará regida por un reglamento, generalmente conocidos como “Constituciones” Las diferencias entre ambas fórmulas son prácticamente administrativas.
Tenga en cuenta que el ingreso en la Francmasonería debe ser una decisión personal, libre y meditada. Antes de llamar a nuestra puerta, pregúntese por qué desea ser francmasón y por qué ingresar en el Gran Oriente de Francia y no en otra Obediencia de las muchas que existen. Para ayudarle en este proceso, le recomendamos que visite nuestra sección 'Ingreso en la Masonería', donde prodrá encontrar una descripción más detallada de lo que es la Francmasonería en general y el Gran Oriente de Francia en particular.
Si una vez hecha esta reflexión usted quiere unirse a nuestra Logia, puede solicitarlo cumplimentando el formulario de contacto que ponemos a su disposición o bien enviando un correo a contact@logiasietedeabril.org, dándonos su nombre y apellidos, un número de teléfono de contacto y una breve semblanza personal suya. En cualquiera de los casos le responderemos a la mayor brevedad posible.