Continuación del extracto del artículo publicado por Manuel Según Alonso en el volumen VI, nº 2, de la Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña (REHMLAC), de la Universidad de Costa Rica.
© Manuel Según Alonso y REHMLAC.
En Madrid, en 1932, se había consolidado un importante número de masones socialistas y radical-socialistas que no compartían los postulados del partido Radical, mayoritario en el GOE, y en el que militaba el propio Gran Maestre Nacional, Martínez Barrio. Este grupo, los “críticos”, con la excusa de defender los principios de la Orden y de reconstruir la solidaridad masónica, quiso controlar a los cargos públicos y especialmente a los diputados. Para ello, pretendía que dejaran sus puestos en el alto Organismo de la Obediencia, y así, neutralizar la influencia de los radicales. El iniciador fue Aselo Plaza apoyado por el Gran Maestre de la GLRC, Juan Manuel Iniesta y del Gran Secretario Ceferino González Castroverde y otros miembros secundarios del Gran Consejo.
Los radicales habían emprendido una campaña de derribo contra Azaña, acusándolo de haber establecido “su dictadura”. Al mismo tiempo que los conflictos internos de las logias madrileñas llevaron a una “verdadera rivalidad partidista”. Lo que explica, en nuestra opinión, lo sucedido en la GLRC y el empeño de algunos miembros de las logias madrileñas de controlar el Gran Consejo Federal Simbólico.
En ese periodo se desarrollan dos asambleas: la primera, extraordinaria, en febrero; y la segunda, ordinaria, en octubre-noviembre del 1932. En la asamblea del 20 al 22 febrero de 1932, se aprobó la obligación por escrito de todos los masones activos, o en sueños de ratificar el juramento masónico. Medida que pretendía que la autoridad de la Orden estuviera por encima del partido en que militaban los cargos públicos y especialmente los “diputados masones”. La asamblea fue un éxito para los críticos y un varapalo para la Logia Regional del Mediodía, feudo radical pero, a su vez quedó visible la contradicción interna dentro de la GLRC, debido al antagonismo entre las logias de inspiración radical-socialistas y las de inspiración radical. La postura de Iniesta, miembro de los críticos, y que acababa de sustituir a Pedro Rico en la Gran Maestría de la GLRC, contrastó con la de los dos miembros elegidos para representar a las logias madrileñas, Joaquín Dicenta y Mariano Benlliuve Tuero; ambos de la logia Unión, y obligados a defender el dictamen elaborado en la Asamblea Regional Centro. Dictamen que se oponía a cualquier enmienda que “atentase la intangibilidad de la Constitución de la Obediencia y que matizaba la propuesta relativa a la “ratificación de las promesas” haciendo hincapié en que los hermanos con cargo público “deberían dar testimonio de tolerancia poniendo siempre la fraternidad masónica por encima de todas las diferencias que pudieran separarles en las luchas políticas”.
Al mismo tiempo, la masonería madrileña tuvo que enfrentarse a un nuevo hándicap: el enfrentamiento de masones políticos en las propias logias, lo que provocó la intervención del GOE:
Todo control, asistencia y colaboración ha de llevarse a cabo de modo que suponga un absoluto respeto a las ideas políticas de los hermanos; sin la más mínima tendencia y mira partidista, sino únicamente en defensa de los elevados principios de nuestra augusta Orden.
Además, tuvo que aglutinar la sociabilidad de los masones en logia y en el parlamento, provocando no pocos conflictos que incidieron en el desarrollo masónico madrileño. En definitiva, se producen dentro de las logias tensiones entre los que apuestan por una “masonería neutra” y los que lo hacen por una “militante”. Para unos, se había abandonado el verdadero trabajo masónico; para otros, era el momento de llevar a la sociedad los principios y valores en los que creían.
El auge de las logias madrileñas y de su Gran Maestre, Iniesta, posibilitó que en los meses siguientes se emprendieran varias peticiones a los cargos legislativos masones. Es el caso de la petición que se lanzó el 20 de marzo de 1932, desde la GLRC, apoyando la moción que habían presentado dos diputados masones perteneciente a logias madrileñas, Botella y Gomáriz, a todos los talleres de su jurisdicción y al Gran Consejo Federal Simbólico, solicitando que se dirijan a los hermanos diputados para que vean “el modo de suprimir o aminorar el presupuesto del culto y clero, en beneficio de la instrucción Pública”.
A primeros de abril de 1932, la GLRC pretende que se haga efectiva “la ratificación de promesas a la Orden”, puesto que la Comisión Permanente, había designado a la GLRC para recibirlas, pero éstas, se iban demorando. Ese mismo mes de abril, el día 13, un grupo de 30 de masones madrileños salieron hacia Huesca en una expedición, organizada por la logia Hispano-Americana, a la que había pertenecido Fermín Galán, para hacerle un homenaje.
En la Asamblea semestral de la GLRC, Iniesta organiza el ataque definitivo al Gran Consejo Federal Simbólico del GOE, con la excusa de la falta de asistencia de los miembros políticos al mismo, la mayoría del partido radical, a los que acusa de total inoperancia (no había abordado el tema de la reforma estatutaria y no habían obligado a ratificar el juramento aprobado en la Asamblea Extraordinaria de febrero de 1932).
La respuesta del Consejo a la desautorización de la GLRC fue convocar inmediatamente la Asamblea General Ordinaria en octubre de 1932, en la que presenta su dimisión la Comisión Permanente del Gran Consejo Federal Simbólico. En esta Asamblea, se produce la renovación casi total de los consejeros y la dimisión del Gran Maestre, ganando la tesis de la no compatibilidad de los cargos masónicos con los cargos públicos profanos. Se acepta las dimisiones del Gran Maestre, pero se le pide que siga en su cargo hasta las nuevas elecciones. El poder del Gran Consejo pasó a manos de los críticos madrileños. Podemos ver, como mientras que en los documentos oficiales, y desde la dirección del GOE se saca de los puestos de responsabilidad a los masones políticos; por otra, se invita a las logias, a la creación de redes de “ideario republicano laico”. Se hace evidente el doble lenguaje de la GLRC.
Estamos de acuerdo con Gómez Molleda y Avilés Farré que defienden la tesis de que la iniciación de Azaña fue una operación política que sorprendió a muchos, incluso los más cercanos a D. Manuel, como Giral, Mateo Hernández o de los Ríos. Es sorprende lo que dice, el propio Azaña: “En la ceremonia […], enorme concurrencia […]. No me importó nada aquello y durante los preliminares estuve tentado de marcharme”. Por otro lado, parece apoyar la tesis de la operación política que eligiera la logia histórica y de tendencia izquierdista, Matritense, donde además era Venerable Aselo Plaza, Gran Secretario del Consejo y hombre clave del sector crítico. El Gran Maestre no acudió, lo que no pasó desapercibido a Manuel Azaña: “Martínez Barrio, Gran Gerifalte de la Casa, no asistió, quizás por los resquemores de estos días”.

Para Vidarte y Fernando de los Ríos es claro que la entrada de Azaña en la Orden estaba relacionada con la oposición de los radicales al Gobierno. Rafael Gerona Martínez afirma: “al rumorearse que Azaña proyectaba ingresar en la Masonería para hacerse dueño de mucho poder de ésta, los radicales decidieron ingresar en masa en la organización para evitar la jugada de Azaña”. Por su parte, el sector crítico de la Obediencia vio ventajas en la iniciación de Azaña pues tenía un personaje de peso en sus filas que podía aunar los descontentos de las logias ante los postulados de los radicales y eclipsar el liderazgo del Gran Maestre. En nuestra opinión, Azaña, pretendió con su iniciación ganarse al movimiento de izquierdas que había tomado el control de la GLRC y que intentaba hacerlo del Gran Consejo de la Obediencia.
La contraofensiva se produjo pocos días después, también en marzo, cuando Lerroux abandonó la logia Adelante de Barcelona, perteneciente a la GLE, y se afilió a la logia Unión del GOE, logia “política” cercana a los radicales. En esta logia estaban varios incondicionales de Lerroux como el venerable, Juan Sarradell que además era vocal del Gran Consejo Federal Simbólico.
Enterado del plan, el Gran Maestre de la GLRC, Juan Manuel Iniesta, no tardó en tomar medidas para acabar con el grupo de simpatizantes de D. Alejandro y por ende, con la Unión. El 23 de noviembre de 1932, tras la Asamblea Ordinaria del Consejo, destituyó al venerable de la Unión, Juan Sarradell, y sancionó a varios de sus miembros. La excusa, “las deficiencias observadas en la apertura de los libros de la logia, concesión de afiliaciones sin los requisitos exigidos […], e irregularidades en el funcionamiento de la tesorería”. Antes de que disolvieran la logia, sus miembros decidieron darse “plancha de quite”, y con ello, poder afiliarse a otra logia. Muchos de los miembros, se afiliaron a la GLE, y fundaron la Unión nº 88, que tuvo su instalación definitiva en agosto de 1932.
Para Pere Sánchez Ferré, no hubo ningún motivo político en la disolución y todo se enmarca en cuestiones internas de la Orden. Nosotros creemos que hay suficientes indicios para poder reseñar el carácter político de la operación.
Esta entrada continuará en una tercera parte.