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El que rechaza el cambio es arquitecto de la decadencia. La única institución humana que rechaza el progreso es el cementerio. (H. Wilson)

La publicación de la Ley de 1 de Marzo de 1940 sobre represión de la masonería y del comunismo y el discurso antimasónico en la prensa asturiana - y IV

Extracto del artículo publicado por Javier F. Granda en el volumen VII, nº 2, de la Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña (REHMLAC), de la Universidad de Costa Rica.

© Javier F. Granda y REHMLAC.
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En base a las referidas instrucciones sobre la publicación de lo tratado en el Consejo de Ministros del día 23 de febrero de 1940, los requeridos editoriales del día 25 y siguientes, y la publicación en primera página del texto íntegro de la Ley, podemos observar que la forma de abordar la publicación de la LRMC en la prensa asturiana reviste las siguientes características:

Respecto a la forma de publicar la LRMC en los diarios analizados, se observa en cuanto al deber de publicar en primera página la referencia a lo tratado por el Consejo de Ministros del día 23 de febrero de 1940 en el que se aprueba la Ley, y que fue remitido por la Dirección General de Prensa, que todos los diarios abordan esta cuestión en sus primeras páginas.

Respecto a publicar un editorial propio el día 25 de febrero en la primera página del diario, aplaudiendo la nueva Ley, observamos que en ninguno de los casos se da esta circunstancia: RG publica en portada del día 27 un editorial que refiere “GUERRA al MASÓN” y VLN lo hace el día 28 con el artículo de Luciano de Taxonera titulado “LA REPRESIÓN DE LA MASONERÍA”; el resto de los diarios no publican nada al respecto.

Sobre la publicación del texto íntegro de la LRMC cada diario sigue su propio criterio tal como se ha visto, sin darse en ningún caso que el texto íntegro de la Ley haya aparecido en primera página de los diarios tratados. Se puede observar que la forma de mostrar la información de cada uno de ellos, difiere: CMC, LNE, y VLN, publicarán el contenido íntegro de la LRMC en sus páginas; RG publicará un extenso resumen con las particularidades ya indicadas; y sólo LVA se abstiene de publicar el contenido de la LRMC. Algunos emplean la argucia de advertir en la primera página del diario que en el interior se publica el texto completo de la Ley.

Otra particularidad se refiere a la procedencia de las fuentes que emplean los diferentes diarios, ya que gran cantidad de información, excepto aquella estrictamente local, viene generalmente distribuida por agencias y por periodistas que firman el mismo artículo en varios medios nacionales.

Conclusiones

En junio de 1981, un artículo de opinión publicado en la Hoja del Lunes de Gijón firmado por Tomás Montero Entrialgo, muestra una interesante reflexión a la luz de una nueva realidad que puede servir para profundizar en la visión de ese pasado inmediato que los españoles dejan atrás tras la muerte de Franco, inmersos ya en el periodo democrático tras la promulgación y entrada en vigor de la Constitución española de 1978. Su comienzo no puede ser más revelador:
Hay que ver de qué se reían los españoles en tiempos de Franco, cuando se les hablaba de las conspiraciones judeo-masónicas. Había la creencia de que tales conspiraciones eran un invento del Jefe de Estado, utilizado para mantener disciplinado al pueblo, a la sombra de la amenaza que suponía para España la existencia de esos conspiradores misteriosos. Se trataba de asustar al país, de la misma manera que algunos padres atemorizan a sus hijos con la existencia del coco. Detrás de todos los ataque[s] contra la Patria, se veía la mano torva de la famosa y omnipresente conspiración.
La primera parte de éste artículo resume aspectos clave que están en la base de lo que es la represión masónica durante el franquismo. En el artículo se centra la atención en el término «conspiración» para referirse a una realidad que se pone en entredicho. Se da cuenta al iniciar el artículo de la existencia de una creencia, considerada en cierta medida vox pópuli, acerca de que las conspiraciones se trataban de un invento del Jefe de Estado que las utilizaba para mantener disciplinado al pueblo. Si no era por una iniciativa genuina y exclusiva del Jefe de Estado, el cuál incidía habitualmente en que el secreto de las campañas desencadenadas contra España descansaba en las palabras “masonería y comunismo”, sí es posible afirmar que estaba plenamente asumido en las dinámicas del Gobierno encargado de diseñar las estrategias necesarias para combatir a ese enemigo identificado como masón, según los intereses del momento, atendiendo a la realidad del Estado y con un claro interés de reafirmarse en una política tanto interior como exterior muy represiva, haciendo pasar por enemigo todo aquello que supusiera un escollo para los intereses del régimen, o bien para desviar la atención hacia cuestiones intrascendentes revestidas de misterio.

Es una obviedad afirmar que tras una guerra siempre existen depuraciones que realizar hasta terminar por completo con el enemigo, por cuanto que se trata del odio al contrario y de la desconfianza acerca de que su existencia pueda poner en peligro el futuro de una opción política como la que se impone en la posguerra española. El enemigo será el pilar doctrinal del franquismo y los comunistas lo serán por excelencia ya que, siguiendo lo expuesto por Eiroa San Francisco, serán “el punto de encuentro del ateísmo, el liberalismo, la masonería y el separatismo, ante el que los militares franquistas estaban dispuestos a combatir hasta el final”.

La masonería, al haberse vinculado a la República desde el primer momento de la guerra civil, sufrió las consecuencias de la persecución por parte del bando vencedor, antes incluso de la finalización de la contienda, y se vio avocada al exilio. Como apunta Ferrer Benimeli, a partir de la publicación de la LRMC y hasta la muerte del Caudillo, se reiteró obsesivamente “el «contubernio judeo-masónico-comunista» como explicación simplista de hechos mucho más complejos del pasado, presente y hasta del futuro histórico español”.

A poco que se lea la obra que J. Boor dedica a la masonería, se comprueba la formación de un discurso en base a una entelequia, que existe en sí mismo, donde todas las piezas se construyen a la medida de las circunstancias con la finalidad de hacerlo completo de acuerdo a una intencionalidad; no obstante, se emplean unas artes tan tediosas que pronto dejan de ser efectivas por el excesivo artificio y por el desagradable odio enquistado con el que se dirigen los ataques.

La prensa muestra a través de sus diferentes noticias un discurso circular y persistente a lo largo del tiempo, que se encarga en todo momento de alimentar una neurosis colectiva como arma de desgaste y alienación, en una especie de tortura repetitiva e invariable.

Respecto a la forma de publicar la LRMC en los diarios analizados es destacable que en ningún caso haya aparecido en primera página de los diarios el texto íntegro de la Ley. Al observar los aspectos formales de los diarios que se analizan, se observa que la información, excepto aquella estrictamente local, viene generalmente distribuida por agencias y por periodistas que firman el mismo artículo en varios medios nacionales, lo que indica que es una información distribuida por las mismas fuentes para todo el país, generando una uniformidad en la opinión y un claro dirigismo de la información. Se ha visto que muchos de los artículos o informaciones aparecen simultáneamente en el diario VLN y en otros diarios nacionales como ABC o La Vanguardia Española.

Del conjunto de artículos y noticias que aparecen en la prensa se pueden aislar una serie de términos empleados, bien literalmente, bien referenciados, para hacer alusión a la masonería y todo aquello que la define y representa, sobre sus fines, iniciativas o cometidos, que pueden aportar a simple vista una idea de cuál es el carácter con el que se la combate, de forma aislada o en unión de los otros exponentes de la tríada del denominado contubernio judeo-masónico-comunista. Los calificativos para referirse a la masonería van de lo criminal a lo demoníaco, pasando por lo pervertido y sacrílego.

A lo largo de los años se asienta un discurso altamente tóxico que se perpetúa en forma de campo minado, pese a lo innecesario del esfuerzo, ya que la masonería, una sociedad filantrópica, filosófica y progresiva que persigue la verdad, el estudio de la moral universal, que pretende extinguir los odios de raza, los antagonismos de nacionalidad, de opiniones, de creencias y de intereses, favoreciendo la solidaridad y la mejora de la condición social del hombre por todos los medios lícitos, es incapaz de respirar bajo regímenes autoritarios como el franquismo, por un simple principio implícito en su ética de funcionamiento.

En el lenguaje político contenido en los textos aparecidos en el diario VLN se observan las características que Eiroa San Francisco ha definido al analizar el discurso del franquismo por cuanto que:
[…] es perceptible la ruptura con el lenguaje de la etapa anterior y la transformación de los conceptos con el propósito de renovar la sociedad. […] Además, la necesidad de construir una imagen de un Caudillo infalible, exigió una renovación del significado de voces como valor, autoridad, grandeza, magnanimidad…, a partir de entonces vinculadas al heroísmo español y a la existencia de la figura sublime y eterna de Franco.
Muchos de los contenidos más sólidos que aparecen en la prensa referidos a la masonería forman parte de los artículos escritos por el propio Franco bajo el seudónimo de J. Boor, Hakin Boor o Jakin Booz, como así aparece en VLN, o bien mediante la reproducción de sus discursos o de editoriales que poseen un adoctrinamiento muy claro y que emulan el lenguaje del poder, procedentes de agencias de información que incorporan los argumentos empleados por el régimen en todos los ámbitos.

En lo que se refiere a la masonería se observa una reiterada toxicidad al citar todo aquello que es necesario combatir sin descanso a medida que se construye una ideología sólida y se consolidan y refuerzan las estructuras sobre las que se asienta el Régimen. Para ello se realizará muchas veces una interpretación libre y delirante del pasado y del presente de España como forma de justificación ante la posible opinión y ante sí mismos. Pese a la distorsión interesada de las opiniones y bases históricas, los creadores del discurso debieron en verdad creer sus propios argumentos.